jueves, 8 de diciembre de 2011

DEJACIONES

Adolescentes que golpean a sus progenitores por no darles lo que desean y ya.

Mocosos de corta edad que ningunean a sus padres en cualquier lugar y delante de quien sea.

Jóvenes con adicciones al móvil e Internet.

Adultos que acosan a asustadas impubes que con atrevida candidez han colgado insinuantes fotografías en su Facebook personal.

Maquiavélicos compañeros de clase que, cobijados en la manada, la toman con un determinado alumno y le hacen la vida imposible, hasta incluso arrojarlo al suicidio.

Pendencieros borrachos de 14/16 años que, sabiéndose protegidos por la ley del menor, campan a sus anchas quemando contenedores y coches un fin de semana sí y otro también.

En fin..............
Se podría seguir con más ejemplos.
Y se formaran seminarios y convenciones para hablar del tema y dar soluciones.
Psicólogos y versados profesores pontificaran y determinaran peregrinas y rocambolescas teorías.
Pero nadie dirá ni por asomo cual es en el fondo la causa principal de todo ello. Y si acaso lo hace algún valiente, siempre con la boca pequeña, intentando no molestar a alguna asociación de última hornada.
Y la causa es simple, sencilla y clara:
La dejación de autoridad de los padres hacia sus hijos, hasta convertirlos en pequeños tiranos a los que no se les puede contradecir y con los que hay que negociar la más ínfima de las cotidianidades
Nuestros padres con menos sabiduría, bueno no, con menos cultura a lo mejor, pero con mucho mas sentido común y sobrada firmeza eran capaces de que nos comiésemos toda la comida porque si no no salíamos a la calle, entonces se jugaba en ella, o no íbamos al cine el domingo ni veíamos el Un Dos Tres.
Y si no aprobábamos pues no teníamos propina o dejábamos el equipo de fútbol para dedicar más tiempo a las mates
Y si una persona mayor nos llamaba la atención y se enteraba nuestro padre nos caía otra reprimenda u otro cachete, no confundir con paliza, por no obedecer y respetar a un adulto. Hoy es el despechado padre el que se encara con el adulto por reprender a su cachorro,
- "¿quien se habrá creído que es?"- , sostiene con el arrojo e indignación propio de la época.
Eran otros tiempos, estará pensando alguno, tiempos de dictadura en los que todos sentían miedo de casi todo. Y ahí es donde se confunden y alteran de manera obscena la verdad y por ende la realidad.
En el hogar se intentaba que reinara un orden y una disciplina de la que ahora nos vemos en la necesidad casi desesperada de recurrir de nuevo para no alimentar una generación de analfabetos violentos a los que sus progenitores solo han sabido sonreír, darles un móvil y comprarles la play 3 sin a cambio exigirles el más mínimo de los esfuerzos ni acostumbrarlos a adquirir responsabilidades, acomodadas a su edad y condición.
En el próximo simposio sobre la juventud y su problemática volveremos a oír las mismas naderías en la que esta sociedad ociosa y escandalosamente permisiva con todo lo que concierne a nuestros jóvenes vive sin que, de nuevo, a nadie se le ocurra clamar bien alto que también, por supuesto que sí ,a un niño o adolescente se le puede decir algo tan simple y sencillo como NO  sin tener que salir corriendo para complacer el más absurdo de sus caprichos.

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